Hay muchas formas de limpiar los cristales y es importante que sientas la que más resuena con vos.
Los cristales se van cargando con la energía de otras personas, de vos mismo/a; del medio ambiente y por eso, es necesario limpiarlos. Un cristal está cargado cuando su color se opaca; está pegajoso; pincha; se siente caliente; o sientes algunas sensaciones particulares. También se puede distinguir que el cristal está cargado cuando se lo coloca en un recipiente con agua y se forman burbujas. A veces son tantas, que es necesario cambiar el agua una o más veces. Esta última situación ocurre frecuentemente con la turmalina negra, que limpia y libera energías negativas.
Por mi parte, cuando recibo un cristal por primera vez en mi casa y se puede limpiar en agua, lo coloco en un recipiente de vidrio transparente con agua y un pequeño puñado de sal marina, para no corroer el cristal. Lo sumerjo en él durante tres días, en un lugar al aire libre, para que reciba la energía del sol y de la luna. Así, el cristal se limpia de las energías a las que estuvo expuesto anteriormente y comienza a conectar con mi frecuencia.
Cuando limpio un cristal que ya tenía, lo dejo el tiempo que sienta necesario en un recipiente con agua, sin sal o con sal; o lo coloco bajo el chorro de agua corriente hasta sentir que el cristal se limpió. Si viajo a un lugar donde está el mar o un río que baja de la montaña llevo mis cristales para limpiarlos, colocándolos en mi mano o apoyándolos en un lugar donde estén seguros para que reciban el baño de agua y cuando lo siento, los retiro y los coloco al Sol para que también reciban la energía solar.
Hay cristales que no se limpian con agua[1] por su composición; ya que pueden dañarse, desgranarse o disolverse. En estos casos, hay muchas posibilidades para limpiarlos y cada quien elige aquélla que más le resuena. Los cristales que no van en agua se pueden limpiar sahumándolos con salvia, laurel, romero, o incienso; con una pluma o el propio aliento; se puede colocar el cristal en una drusa de un tamaño no menor a la palma de la mano; en la tierra o en una maceta; bajo los rayos de sol o de la luna; entre muchas posibilidades.
Las joyas también se limpian, porque ellas absorben energía y son aplicables las mismas recomendaciones de limpieza que para los cristales que no van en agua, para proteger el metal y no dañarlo.
Como verás hay muchas formas de limpiar los cristales y existen otras tantas maneras de hacerlo. Lo importante es que elijas la que más resuena con vos. ¡Dejáte llevar por tu intuición en este reconocimiento!
Y siempre tené en cuenta que el cristal es un espejo nuestro y por eso, aquello que ocurra con el cristal es un reflejo de una situación o de un estado interno propio. El cristal puede romperse, estallar, desaparecer, rajarse, entre otras situaciones.
En cada caso, es importante meditar sobre la situación en ese momento y si no aparece ninguna respuesta se puede colocar el cristal en un lugar importante para vos (puede ser un altar, la mesa de noche, el escritorio) para recibir y dejarte impregnar por el mensaje que este cristal te está transmitiendo y cómo se relaciona con tu situación actual.
Por ejemplo, si el cristal se rompe te podes preguntar: ¿qué se rompió en mí? ¿qué relación tiene esa situación con el momento que estoy atravesando? ¿de qué me liberó? Es importante relacionar la situación con la propia historia.
Cuando un cristal se rompe se dice que entregó la vida por esa persona, por eso hay que agradecerle y devolverlo a la madre tierra.
[1]. Ambar, Azabache, Angelita, Apofilita, Aragonito, Azurita, Azurita/Malaquita, Calcita, Celestina, Cianita, Crisocola, Cuprita, Danburita, Dioptasa, Fluorita, Halita, Kunzita, Larimar, Lepidolita, Malaquita, Selenita, Turquesa. Fuente: “La Sabiduría de los Cristales” de Alejandra Salatino, pág. 72, Editorial Kier, Buenos Aires (2006).